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Amazonia, selva virgen o agricultura extensiva

Brasil se enfrenta al dilema de seguir con la generalizada, y rentable, destrucción del bosque lluvioso o intensificar los esfuerzos para su conservación.
En el rato que se tarda en leer este artículo, un área del bosque lluvioso de Brasil equivalente a 150 campos de fútbol habrá sido destruida. El mercado de la globalización está invadiendo la Amazonia, precipitando la desaparición del bosque y frustrando la labor de sus guardianes más comprometidos. En los últimos 30 años han muerto cientos de personas en guerras territoriales; muchos otros, amenazados por quienes se benefician del robo de madera y de tierras, viven con miedo e incertidumbre. En esta nueva versión del Salvaje Oeste americano, con armas, motosierras y bulldozers, la corrupción e ineficacia de los agentes gubernamentales es habitual. Ahora, los productores de soja se suman a madereros y ganaderos en la lucha por la tierra, acelerando la destrucción de la selva brasileña. En los últimos 40 años se ha talado cerca del 20% del bosque lluvioso amazónico, más que en los 450 años anteriores, desde que comenzó la colonización europea. El porcentaje podría ser mucho mayor; la cifra no contempla la tala selectiva, que causa daños significativos pero no es tan fácilmente observable como la corta a matarrasa, que genera claros pelados. Los científicos temen que en los próximos 20 años se pierda otro 20% de los árboles. Si esto ocurre, la ecología del bosque empezará a desmoronarse. Intacta, la Amazonia genera la mitad de sus propias precipitaciones gracias a la humedad que libera a la atmósfera.
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